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Microrrelatos con champagne: despertar

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“Vancouver Sleep Clinic, Vapour”

Me despertó el olor a café; a tostadas recién hechas, a mil ganas de volver a verte. Me despertó que me miraras, aunque preferí contener el aire y hacer como si no me diera cuenta. Y que abrieras la ventana, y salieras de la habitación; entonces tuve que seguirte. Al llegar a la cocina, sobre la mesa, una taza con mi nombre; otra con el tuyo, y desayunamos, aunque todavía dudaba si me había despertado, o si por el contrario aún dormía en aquella cama doble donde no me acompañaba nadie. Pero entonces solté la taza para agarrar la silla por el asiento y, reclinándome sólo un poco, la moví junto a la tuya. Aún más cerca seguía dudando así que, de la misma forma que antes, me acerqué un poco más, y otro poco más; y otro poco hasta que toqué tu rodilla con la mía, para luego pedir perdón. Y que me dijeras que no pasaba nada, y escuchara la voz que me asegurara que allí estábamos los dos y que aquello estaba sucediendo; pero seguía sin tenerlo claro. Entonces miré hacia todas partes buscando pistas, como fallos en alguna parte del contexto: algo que no debiera estar ahí, o algún objeto desconocido que no existiera en la realidad. Y vi dos copas sobre la encimera, una botella de champagne vacía y el envoltorio de unas velas donde ya no quedaba nada. Todo parecía estar en orden.

  • ¿Has dormido bien? –le pregunté volviendo a coger la taza, y llevándomela a la boca buscando esa parte de consciencia que en algún momento habíamos perdido–.
  • Muy bien –me contestó con una voz en la que se mezclaban tonos graves con agudos, y un volumen mínimo pero suficiente como para que la escuchara–.

Entonces le conté una broma y se rió moviendo bruscamente el brazo con tanta suerte que la mitad de su café me cayó encima; y entonces me reí yo, parecíamos idiotas. Lo siguiente que recuerdo es una imagen despersonalizada de nosotros dos, como si del final de una película se tratase, alejándose hasta que se difuminaba por completo, y una música de fondo que se posicionaba suavemente sobre aquella conversación sin sentido hasta que ya no se nos escuchaba. Lo mejor de todo es que poco me importaba en cual de aquellos mundos paralelos habíamos desayunado, porque había sucedido, en mi realidad.

Microrrelato escrito por Thinking Lola

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