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Microrrelatos con champagne: el principio de una aventura

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“Dustin Tebbut, Bones”

Busqué una caja de cartón vacía que me pudiera servir, pues no tenía dinero ni para comprar una nueva. Metí en ella unas fotos que me habían acompañado durante todo el viaje, varias tabletas de chocolate de diferentes sabores y una botella de champagne que me habían regalado, pues no es que no la quisiera para mí, sino que estaba seguro de que sabría mucho mejor si nos la bebíamos juntos. Me puse el abrigo para salir a la calle y empecé a andar, con mi caja entre las manos, con la esperanza de que fuera recibida justo a mi llegada; o quizás cuando yo ya estuviera allí, y habláramos, con la sonrisa de saber que hace tiempo deseábamos tenernos uno frente al otro, y ahora estábamos los dos. Y con esa mirada nerviosa en la que cristalizan las pupilas, y parece que todo queda en una habitación; donde la atención se centra en un solo punto que varía si nos movemos, como si diéramos por hecho que el resultado del conjunto no es la suma de sus partes, sino que con el todo hace tiempo que se empezó a olvidar el resto, y lo demás ya no importara, aunque seguiría estando ahí. Y llamaran a la puerta, pero no hubiera nadie. Y al bajar al suelo la mirada una caja sobre la alfombrilla, sin nombre, sin remitente, casi sin destinatario, aunque eso ya estuviera claro, pues allí no había nadie más. Y al abrir la primera solapa se entreviera una carta de papel. Y que se girara lentamente buscándome con la mirada, como pidiéndome algún tipo de explicación, pero yo no supiera nada. Que nos sentáramos en el sofá, que empezara a leer, que se emocionara. Que no pudiera parar de llorar cuando leyera el « he venido para buscarte, y he venido para quedarme », que me abrazara muy fuerte, y que al oído me dijera « no te dejaría irte aunque quisieras ». Que a ninguno nos saliera un « te quiero », porque ni si quiera hiciera falta.

Yo seguía andando con mi caja entre las manos, disfrutando al tiempo que me imaginaba lo que hacía tiempo llevaba planeando, incluso antes si quiera de haberla enviado, en lo que sería el principio de una aventura. El principio de mi aventura.

Microrrelato escrito por Thinking Lola

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