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Microrrelatos con champagne: Psicoforia

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“Jaymes Young, Moondust”

  • No está bien –decía una voz en mi cabeza–.
  • ¿Qué no está bien? –respondía aturdido, buscando a mi alrededor el origen del sonido–.
  • No está bien. Tú no estás bien.
  • ¿Y que sabes tú de mi? ¿quién eres?
  • Yo lo sé todo.
  • ¡Déjame!

Por momentos empezaba a sentir miedo, pues fuera lo que fuese esa voz me seguía a todas partes; y no me daba ni un respiro, pero quien sabe, quizás fuera una señal. En realidad era yo quien decidía cuando una señal lo era y cuando no; era yo quien necesitaba una señal, y la buscaba.

  • Escúchame –me insistía haciéndome volver a su discurso, e impidiéndome hablar conmigo mismo en una conversación en la que quisiera convencerme de que lo mejor era lo fácil, lo que había. De que lo mejor era no escuchar, pues no lo era–.
  • […]
  • Bien, ahora que he conseguido captar tu atención, respóndeme: ¿por qué lo haces? O mejor respóndete a ti mismo, ¿eso es lo que de verdad quieres? –me decía lanzándome otra vez a esa autoconversación de la que antes me alejaba, pues era como si quisiera ir guiándome en mis pensamientos–.
  • No lo sé, quizás no –decía yo sabiendo que era un no, más que un quizás–. ¿Pero entonces…? Era asombroso cómo esa voz me estaba haciendo descubrir tantas cosas de mí que no sabía; que creía no saber. Que quería no saber.
  • Pues no lo hagas, ¡escúchate! ¡cambia! –me volvió a decir en tono imperativo, pero con ese tono alegre que usamos cuando nada nos preocupa; con el que podríamos dar una mala noticia y no creérnosla. Era un tono en cierto modo tranquilizador, como el que viene de la voz de la experiencia; como si viniera del futuro y supiera que no corríamos ningún riesgo, más que el riesgo que corríamos haciendo cualquier otra cosa, o incluso no haciendo nada. Porque nada también tenía sus consecuencias.

Me animaba y empezaba a pensar que cualquier cosa era posible, que podía hacer lo que quisiera. Pero, si no era aquello, ¿qué buscaba entonces? Yo no lo sabía, todavía, pero si la voz desconocida, aunque por el momento no me diese pistas y desapareciera. Era gracioso, pues después de todo el tiempo que llevaba huyendo de ella, ahora que no estaba la iba a echar de menos. De repente volví a aquel mundo donde las cosas siguen su curso, solas. Donde el tiempo pasa aunque no quieras. Me encontraba en el pasillo de un supermercado; cogí dos botellas de champagne y volví a casa, pues se estaba haciendo tarde.

Microrrelato escrito por Thinking Lola

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