El cerebro y los aromas: una máquina del tiempo
¿Alguna vez te has cruzado por la calle con alguien y al oler su perfume te ha transportado a otro lugar? Por ejemplo a una conversación con otra persona, o aquella cena de antiguos alumnos en la que no sabes quién había sentado a tu lado, pero de la que recuerdas su olor como si el perfume lo hubieses llevado tú. Un olor que de repente viene acompañado de una sonrisa y, finalmente, de su cara, y de su nombre. Y entonces recuerdas por qué te sentaste allí, y no fue por casualidad; nada es casualidad.
Y el aroma de esa excursión a la montaña en la que pierdes la mirada, y el pensamiento; y respiras hondo, como si necesitaras llevarte todo el bosque en los pulmones antes de partir de allí, y disfrutar ese momento como si ya no fueras a volver jamás. Pero ya te has asegurado de quedarte.
O de ese viaje al extranjero en el que te aprietas el abrigo tan fuerte como puedes. Hace frío, mucho, y te alzas la bufanda al cuello de manera que no quede un hueco libre desde el pecho hasta el sombrero. El olor a suavizante te hace descubrir que, aunque tardarías meses en volver a casa andando, en realidad ya estás allí, con ellos. Y cierras los ojos, y sonríes; porque a veces estar más lejos puede ser estar más cerca.
Pues estaréis de acuerdo conmigo entonces si os dijera que un olor no es sólo un olor. Y es que esas pequeñas partículas volátiles que se introducen por nuestra nariz y activan las neuronas de nuestra mucosa nasal pueden abrir tantas puertas como tenga nuestra memoria, ya sea olfativa, visual, auditiva, táctil y hasta incluso emocional.
Y esa es la magia de la cocina; de un filete de salmón acompañado de un vino que sabe a aquella persona con la que saliste en el último curso de instituto, cuando todavía estabas empezando a conocer el mundo; cuando hasta la fecha nunca habías cenado en pareja en un buen restaurante, y te acuerdas hasta del color de la chaqueta que llevabas puesta y que no te quitaste en toda la noche, como buen adolescente.
Cada aroma dejará una huella en nuestro cerebro que un día se convertirá en una anécdota, en una historia para compartir, o en una que nos alegre el día al recordar, como si cada momento triste se pudiera compensar con otro maravilloso que nos empuje a seguir moviéndonos. Por eso quiero animaros a descubrir el secreto que se esconde detrás cada olor, de cada sabor, de cada sonido, de cada caricia y de cada emoción, porque todos ellos van marcando el camino hecho, y el que aún nos queda por hacer.
Esperamos que este artículo haya cumplido su propósito y que busques tus razones para pensar por qué un olor no es solo un olor. Y, por supuesto, ¡que no dejes de seguirnos!
Artículo escrito por Thinking Lola.