Microrrelatos sin champagne: Cambios
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“Antonio José, Contigo”
La música sonaba de fondo; yo estaba sentado en la cama, y ella a horcajadas sobre mí. Me besaba, pero sobre todo me miraba; la besaba, y me preguntaba qué demonios pensaría en ese momento, pues nunca antes me había mirado así. Empezó a moverse lentamente al ritmo de la música, parecía dejarse volar; pegó su frente a la mía, me cogió las manos y las puso sobre su pecho con fuerza. Entonces inició una delicada caricia siguiendo el recorrido inverso de mis brazos hasta el cuello, terminando con sus pulgares sobre mis labios cerrados y el resto abrazándome la cara, pero apretando tan suave que ni casi lo notaba, y suspiró. […] Había algo extraño en ella, pues no fue un suspiro sin más y en cierta manera me inquietaba. Dímelo –pensé, pues hacía tiempo que no necesitábamos hablar; pero con ella los minutos son segundos, y supe que me había escuchado al sentir cómo dejaba caer el peso de su cuerpo sobre mis piernas–. Entonces cerró los ojos, pensó su respuesta y los volvió a abrir para no perderse mi reacción, aunque ya la sentiría, y entonces:
- Vente a vivir conmigo.
- […]
- ¿Qué me dices? –volvió a insistir viendo que me había quedado helado, y es que no era para menos–.
Apenas entreabrí la boca tras unos segundos de silencio y sólo pude hacer un sonido en el que el aire salía pero no las palabras. Nunca antes había sentido tanta ilusión por cualquier cosa pero al mismo tiempo me daba miedo, pues todo era perfecto sin necesidad de modificar ni una sola coma entre nosotros. Bordeando mi nariz una lágrima daba sentido a mi amocional respuesta, pues la feria iba por dentro, y ella sonrió. Acercó su nariz para secarla y me abrazó tan fuerte que todavía la siento encima.
- Me quedo contigo –le dije esta vez con una voz grave y serena que transmitía seguridad en mi respuesta, pues lo estaba–.
No hay día que no me despierte pensando en ella, y la busco, bendiciendo a la vida por los cambios, cuando llegan. Apagamos la luz y continuamos lo que habíamos empezado, pues había que apagar el fuego.
Microrrelato escrito por Thinking Lola